domingo, mayo 01, 2011

DEL DEATH METAL AL FACEBOOK EN NOTAS DE INFRAMUNDO

Por Jorge Ladino Gaitán Bayona

(Profesor de literatura de la Universidad del Tolima,

Doctor en Literatura de la Universidad Católica de Chile,

jlgaitan@ut.edu.co)


Notas de inframundo, novela ganadora del Concurso Nacional de Novela Corta en Colombia en el 2009 (convocado por el Taller de Escritores de la Universidad Central), condensa en 108 páginas una aguda mirada sobre los usos y abusos del Facebook, la venganza que brota del desamor y la difícil sobrevivencia de quienes anclan sus sueños en la creación y sostenimiento de una banda de Metal. Su autor, Alejandro Cortés González (Bogotá, 1977), con esta ópera prima lanzada en agosto del 2010 en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, logra atrapar a los lectores con una historia amena en su anécdota, inteligente en el manejo del dato escondido, certera en su lenguaje y de alta visibilidad en escenas donde se recrean los temores y fragilidades del protagonista.

Estratégicamente una narración en primera persona “tiene la ventaja de poseer el aspecto de una experiencia vivida” (Sarraute, 1967: 56) y cuando se hace un uso acertado de las técnicas literarias, del asombro y de la brevedad, la lectura no quiere pausas sino beberse el relato de una sola sentada. En el caso particular de Notas de inframundo la atención del lector es captada desde el inicio y, a medida que transcurren las páginas, lo que empezaba siendo el atractivo de la anécdota (un misterio por resolver) deriva en aspectos más complejos de la condición humana. En este sentido, vale destacar en la obra el dato oculto como herramienta narrativa pues la respuesta que persigue el lector sobre quién le está boicoteando la dignidad del protagonista es la excusa perfecta para ahondar en cuestiones más duras de la vida del personaje y de las tribulaciones de la banda a la que pertenece: las dificultades para su conformación; la alegría de grabar unos discos compactos que, sin embargo, no cuentan con la debida circulación; el irrespeto a que son sometidos los grupos locales de rock y de metal en bares o conciertos donde resultan vulnerados cuando son teloneros de bandas internacionales. Se podría hablar, incluso, de una novela de artista, en este caso de un metalero que pone de relieve el porqué de su elección estética, su sentido de la amistad y del carpe diem, las travesías y los conciertos, su lucha por consolidar su música en un contexto difícil y el peso de saber que se envejece sin alcanzar las metas propuestas.

El protagonista-narrador-metalero, no sólo pone en estrecha conexión el universo de la música y de la ficción, sino que también suscita reflexiones sobre los usos irresponsables que muchos hacen del Facebook y las redes sociales del internet. Lo que debieran ser espacios privilegiados de la tecnología para fortalecer la interculturalidad, el diálogo respetuoso, la afectividad sincera y la consolidación de propuestas novedosas a nivel político, ecológico y estético, terminan frecuentemente convertidos en lugares oprobiosos donde cualquiera puede insultar, hacer montajes fotográficos de las víctimas de turno y volver un muro público la intimidad ajena. Así comienza justamente Notas de inframundo, cuando su protagonista descubre que en el Facebook hay un grupo llamado “Yo también odio a Leo Rodríguez” donde sus exnovias resentidas quieren volver trizas la imagen y el nombre que durante años ha intentado consolidar. El texto narrativo se burla de la banalidad de los cibernautas, de las gramáticas empobrecidas de quienes saltan de muro en muro opinando sin argumentos de todo y de nada, y de un mundo postmoderno donde muchos olvidan vivir y el contacto cara a cara por reducirse a simples egos en pantalla que se vanaglorian por aumentar sus contactos virtuales.

Es de resaltar que la complejidad de la lectura ideológica sobre el Metal, el amor y el desamor reposa en un tejido verbal ligero, es decir agradable por el uso del humor, veloz en los diálogos y preciso en sus frases cortas. El protagonista es un burlado-burlador. A las bromas a que lo someten las facebooknautas, antepone su ingenio para reírse de sí y del devenir de su banda. Usa el repertorio lingüístico aprendido en su oficio de panadero para contar sus cuitas y nombrar a sus agresoras (Mabely, la chica fanfarrona del Facebook, en su argot no es sino una gorda a la que siempre denominó “mogolla”). Reconoce, no sin dolor, que llamarse Leonardo Eultogio Rodríguez Mora es un nombre poco apto para un rebelde porque suena a “abuelo con diarrea” (Cortés González, 2010: 44). Pone en tensión la imagen oscura que quiere brindar y la cursilería a la que se llega en los noviazgos; de Martina, por ejemplo, dice que “por estar flotando en su nube de ositos cariñositos no se acordaba que yo tocaba Death Metal” (p. 27). Además, el humor permite que las escenas sexuales narradas por alguien que juega a ser rudo convierta lo que podría parecer burdo en divertimento del lenguaje: “Yo era su surtidor lácteo; pude entender lo que sienten las vacas. Ella decía que mi esperma era azucarada y le gustaba mucho. Qué bueno que alguien haya encontrado mi lado dulce” (p. 71). Jocoso es también que la banda de Death Metal de la que es bajista, considere que sí las agrupaciones europeas triunfaban cantando las mitologías escandinavas, nada de malo tendría que una colombiana –llamada Bajo Tierra- cuente en sus canciones la cosmogonía precolombina de los Muiscas, al fin de cuentas es oriunda del municipio de Chía (el nombre en muisca de la luna).

Notas de inframundo es una novela divertida y profunda, con una propuesta estética que no descuida los recursos narrativos al recrear el sentido de una pasión por la música y los desajustes existenciales del hombre reciente en un mundo liviano en convicciones pero pesado en su verborrea y culto por la imagen. La risa en sus claroscuros lleva a que el lector sienta al protagonista como una presencia cercana y querida, fluctuando entre la ridiculez de sus relaciones fallidas y la profundidad de sus digresiones, entre lo universal -el gusto de tocar temas de bandas gringas y europeas- y lo local -el orgullo de cantar las “raíces chibchas” (p. 61)-; entre la soledad de quien lentamente abandona su juventud y el frenesí de los conciertos, la embriaguez y los porros.

REFERENCIAS

CORTÉS GONZÁLEZ, Alejandro. Notas de Inframundo. Bogotá: Ediciones Universidad Central, 2010.

SARRAUTE, Nathalie. La era del recelo: ensayos sobre la novela. Traducción de Torrente Ballester. Madrid: Ediciones Guadarrama, 1967.



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Esta reseña fue publicada en Facetas, cultura al día de El Nuevo Día, el periódico de los tolimenses. Domingo 1 de mayo de 2011.

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