domingo, junio 13, 2010

RIVERA LETELIER Y LA CONTADORA DE PELÍCULAS


Por Jorge Ladino Gaitán Bayona
(Integrante del Grupo de Investigación de literatura del Tolima de la UT,
jlgaitan@ut.edu.co)


“Lo bueno del cine es que durante dos horas los problemas son de otros”, así lo releva el escritor español Pedro Ruiz. Esa consideración cobra relevancia al valorarse la novela La contadora de películas (Alfaguara, Santiago de Chile, 2009) de Hernán Rivera Letelier (1950). En este texto narrativo de apenas 118 páginas se recrea, justamente, el sentido del séptimo arte para los pobres habitantes de una zona salitrera al norte de Chile durante las décadas del sesenta y setenta. En “el árido hastío de la pampa” (79) se desarrolla la obra de Letelier, un escritor que ha sabido nutrirse de su propia experiencia como minero y habitante de Antofagasta para darle un peso geográfico y existencial a su creación novelística.
El autor chileno (quien fue vendedor de diarios, mensajero y minero) confiesa en sus entrevistas que comenzó a escribir por hambre, pues el premio otorgado al primer concurso literario al que se presentó fue una cena. No pararía de escribir desde aquel entonces. Varias de sus creaciones fueron construidas en los breves instantes de descanso durante la dura jornada de extracción del salitre. Tenía claro que podía ficcionalizarse el entorno que lo rodeaba con un lenguaje sencillo y evocador que le permitiera ser valorado tanto por compañeros de trabajo que se vieran allí reflejados, como también por lectores de latitudes lejanas.
Letelier ha hecho un viaje prolífico de la lírica a la narrativa. Su primer libro fue Poemas y pomadas (1988). A nivel cuentístico ha publicado Cuentos breves y cuesco de brevas (1990) y Donde mueren los valientes (1999). Ganó en 1994 el Premio del Consejo Nacional del Libro que le permitió publicar su primera novela titulada La reina Isabel cantaba rancheras (1994), la cual ha sido reeditada en varias oportunidades con difusión internacional. Vendrían las novelas Himno del ángel parado en una pata (1996), Fatamorgana de amor con banda de música (1998), Los trenes se van al Purgatorio (2000), Santa María de las flores negras (2002), Canción para caminar sobre las aguas (2004), Romance del duende que me escribe las novelas (2005), El fantasista (2006), Mi nombre es Malarrosa (2008) y La Contadora de películas (2009). En el 2010 fue galardonado con el Premio Internacional de Novela Alfaguara por El arte de la resurrección.
Se trata de un escritor de oficio, traducido a varios idiomas, que ha sabido leer su contexto de vida para arrancarle a la pampa chilena y al Desierto de Atacama (el más árido del mundo según los expertos) múltiples historias. En La contadora de películas presenta a una mujer que narra en primera persona el papel que ocupó en la vida de un pueblo minero. Ella, María Margarita, siendo apenas una niña de 11 años, le ganó a sus hermanos un concurso familiar para escoger cuál sería el elegido para ir a cine y luego regresar a contarle a los demás la cinta, ante la imposibilidad económica de poder asistir todos al espectáculo. Es una suerte de Scheherezada que eclipsa con su voz e ingenio a quienes la escuchan. Su padre inválido (pensionado irrisoriamente por la empresa minera), sus hermanos y luego los vecinos que pagan una modesta tarifa, tienen la oportunidad de conocer a través de la niña las películas del cine mexicano o las de John Wayne, Marilyn Monroe, Charlton Heston, Gary Cooper, entre otros.
María Margarita, ya adulta, vende objetos usados a esporádicos visitantes que van a conocer lo que antes fuera una zona salitrera. Al reconstruir su memoria individual da cuenta no sólo de la difícil vida familiar (un padre ebrio en silla de ruedas improvisada, el abandono de la madre y luego los hermanos, su violación siendo niña, entre otros hechos), sino también la de los que subsisten el Desierto de Atacama. Adicionalmente, en forma breve y vertiginosa (el lector hubiera preferido que se ahondara), se aluden momentos traumáticos en su país, como el golpe de Estado de Pinochet en 1973, con sus desapariciones y miedos generalizados que terminarían espantando a los dueños de la compañía minera. Sólo le queda a María Margarita, en medio de un presente solitario y hambriento, la satisfacción de haber sido en el pasado el centro de atención de una población que, por gusto y escasez de recursos, la eligieron como contadora de películas, la misma que con su relatos y su dramatizaciones les permitió ser testigos de las proezas de Benhur, sentirse personajes del Lejano Oeste y en otras protagonistas de un amor folletinesco en medio de música ranchera. Sin embargo, ella descubre con el tiempo que su propia vida es semejante a una película triste donde al final sólo queda una mujer en medio de un pueblo fantasma.
La novela es liviana en el lenguaje y fácilmente digerible porque no tiene mayor complejidad a nivel narrativo. No es la mejor obra de Rivera Letelier, pero cautiva al lector por la manera como la ficción rinde tributo al cine, ofreciendo, igualmente, una mirada a la pampa chilena, las dificultades de la vida minera y el sentido de la imaginación como arma contra la muerte, el tedio y los rigores de la supervivencia. Vale agregar que esta novela corta, que versa sobre el séptimo arte, pasará del texto impreso a la pantalla grande pues en la actualidad está en proyecto de grabación por parte del director brasilero Walter Salles (Rio de Janeiro, 1956), ganador de varios premios internacionales por películas como Centro do Brasil (1988), Abril despedaçado (2002) y Diarios de motocicleta (2004).

LA POESÍA COMO CONTRACARA DE LA VIOLENCIA COLOMBIANA EN LOS VELOS DE LA MEMORIA, DE JORGE ELIÉCER PARDO RODRÍGUEZ

  Jorge Ladino Gaitán Bayona (Grupo de Investigación en Literatura del Tolima, Universidad del Tolima)     Ponencia del 13 de noviembre de 2...